Siempre habrá flores en esta mesa

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26 oct 2025

-

30 nov 2025

Siempre habrá flores en esta mesa

"Sí, peleamos por el pan, pero también peleamos por las rosas.

— James Oppenheim en Orwell’s Roses de Rebecca Solnit"

El trabajo de Hiram Constantino (Guadalajara, 1987) y Santiago Evans Canales (cdmx, 1996) pelea por siempre colocar flores en la mesa. Si el pan alimenta el cuerpo, las flores alimentan la imaginación, la psique y los sentidos de pertenencia. En esta exposición, las flores simbolizan aquello que hace humana la experiencia: la capacidad de encontrar belleza en lo frágil y de ejercer empatía como forma de resistencia. Siempre habrá flores en esta mesa propone una conversación sobre el cuidado, la vulnerabilidad y el deseo de habitar el mundo desde la contemplación y la imaginación.

El título de la exhibición alude a una forma de ternura persistente — una que insiste, aun en medio de la precariedad de la hiperproductividad globalizada, en poner belleza sobre la mesa. Ambos artistas desarrollaron las piezas aquí expuestas dentro de los estudios de Plataforma y en la fábrica de Cerámica Suro, donde la experimentación y el diálogo se convirtieron en motores de creación. El proceso de trabajo compartido permitió a los artistas explorar materiales y lenguajes fuera de sus zonas de confort: errar, desaprender y encontrar soluciones fortuitas. Ese estado de incertidumbre se convierte aquí en un acto de fertilidad: el agua que riega las flores y posiciona el cuidado y la atención como gestos políticos y estéticos.

Para Constantino, la ciencia ficción ofrece un modo de imaginar futuros más compasivos. Inspirado en la ideología solarpunk —corriente que propone un porvenir sustentable y cooperativo frente a los relatos distópicos—, su trabajo combina materiales tecnológicos y orgánicos: cerámica, pigmentos naturales, metales y componentes eléctricos. En sus piezas, los cables y las flores comparten una misma inestabilidad: ambos transmiten energía y si uno se descuida, se produce un cortocircuito. Constantino explora esa tensión entre lo natural y lo artificial para cuestionar las dicotomías impuestas por el capitalismo voraz y el pensamiento ambientalista pesimista. Su obra imagina una relación no antagónica entre artificio y naturaleza, sino vibracional y simbiótica.

Constantino recurre también al humor y la mirada infantil, inspirándose en el cómic y el juego como herramientas de resiliencia. Desde ahí, plantea preguntas sobre la utilidad y la memoria de los objetos: ¿qué ocurre con los artefactos obsoletos?, ¿qué mundos habitan después del progreso? Su trabajo, cargado de nostalgia tecnológica y curiosidad, busca rescatar la posibilidad de imaginar desde el asombro y habitar un presente continuo más que un futuro idealizado.

Por su parte, Santiago Evans Canales construye narrativas íntimas donde lo doméstico y lo emocional se funden con lo escultórico. Sus composiciones pictóricas y tridimensionales revelan cuerpos y objetos que habitan espacios privados con una vulnerabilidad desbordada. En esa manifestación de la interioridad, el artista aborda una masculinidad emocional y monstruosa, donde la ternura y la incomodidad conviven. Con una herencia familiar ligada al teatro, la pintura y la cinematografía, Evans Canales desarrolla una sensibilidad particular hacia el color, la luz y la composición espacial. Sus obras exploran la transparencia como metáfora del deseo y la memoria, empleando capas diluidas de pintura y soportes translúcidos que evocan la materialidad del celuloide.

En esta exposición, el artista construye un mueble que funciona como escenario y encuadre narrativo. Más que contener las escenas a través de la mirada, los espectadores las habitan, generando una experiencia voyerista: el espectador se asoma a un interior ajeno que en el proceso le puede resultar familiar. Su universo dialoga con referentes como Calvin and Hobbes, donde el juego y la fantasía infantil subvierten las normas del mundo adulto. Así, Canales entiende la práctica artística como un espacio de libertad frente a los sistemas de validación institucionales, un terreno donde la fantasía y la introspección se convierten en dispositivos críticos.

Ambas prácticas se encuentran en un territorio común: el de imaginar para cuidar. Desde lenguajes distintos —la alquimia tecnológica de Constantino y la arquitectura afectiva de Evans Canales—, ambos articulan poéticas de lo doméstico, lo íntimo y lo simbólico.

Siempre habrá flores en esta mesa propone la imaginación como fuerza regenerativa y el arte como espacio donde los vínculos, los objetos y los cuerpos pueden coexistir fuera de la lógica de la productividad. Poner flores en la mesa, finalmente, es un gesto afectivo y de insumisión: una forma de recordar que para nutrirnos también necesitamos flores.

– Romina Beltrán Lazo

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